Apareció el miedo como un inmenso río marrón de aguas movedizas; como una luz en mitad del río, enfocando un espacio interior de un violeta claro; como un haz de ramas a las que asirse en mitad de una búsqueda mientras que , lo que hasta hoy se consideraba imprescindible, se despegaba de su asidero original hundiéndose en una espesura líquida de tonos terrosos. Anidó en mí con toda su crudeza durante unos días nublados, espesos. Lo cuidé al igual que se cuida la raíz y el sustento. Seguí bailando mi vida diaria con él, un rato de la mano y otro a cuestas. El miedo me hace sentir vulnerable, fuera de la ilusión de control, me rinde a algo mucho más grande que yo. Me recuerda que soy accidental. El miedo vendrá cuando no sientas seguridad en tu propio cuerpo, pero no se quedará, como la niebla de los días de frío invierno, si escucho a la sombra que me mira detrás del espejo.
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