Vivimos en una sociedad fascinada por el alumbrado navideño. La anestesia de lo aparentemente bonito para no mirar el dolor de lo feo y la posibilidad de transformarlo. La disociación colectiva aprovechada para colarnos por la puerta de atrás las ideas más reaccionarias y ultraliberales: abajo la revolución de leer en espacios colectivos, como grupos de mujeres, o fuera de espacios públicos galas solidarias que muestran una realidad vivida por personas que se salen de la norma. Es el espíritu navideño al revés.
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