martes, 21 de enero de 2020

Hace siete años esperaba una nieve que no llegó. Y mientras esperaba, aprendí a sentir mis  mapas del tiempo. Las nubes de mi cielo siempre avisan sobre lo que ya está aquí; las tormentas provocan sacudidas inesperadas y necesarias si eres capaz de admirar su belleza una vez que han pasado y hueles a limpio; el sol siempre gira contigo aunque tardes en verlo brillar. Sí, lo importante nunca fue si la nieve vino y se dejó caer arropándonos con blancas y frías sábanas de invierno. Lo más importante fue sentir que en mi interior latía un mundo de anticlones y borrascas que me llenaban de vida y que hacían de la tarea de esperar un acto inútil. Nunca se debe esperar lo que ya se es porque siempre está aquí, solo despejar el camino y ser capaz de verlo.

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