sábado, 2 de noviembre de 2019

Fue un mes de julio de hace seis años que firmé mi divorcio. La sensación de fracaso en una mano y en la otra todas las posibilidades. La vida me dijo ven   y yo la tomé entera. Los peros se han ido cayendo por el camino al igual que los miedos. No me he  arrepentido de aquel salto porque sé que hay un  antes y un después de esa firma. Una de las cosas que he aprendido en estos años ha sido a quererme bien, a desear lo mejor para mí y darme el permiso para experimentarlo sin juicios ni censuras. No ha sido fácil siempre pero sí me ha dado la posibilidad de saber cuándo es sí y cuándo no para mí. Creo que habito más y mejor mi cuerpo y mi alma está contenta. Lo sé porque mis ojos brillan y mis huesos ríen cuando me miro en los espejos que, por fin, han aprendido a amarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nunca debí hacer caso a mi madre

 De  verdad, madre, que no la entiendo. No sé a qué viene ahora el pedirme eso. ¡Que espíe a mi padre! ¿Por qué? ¿Qué cree que va a consegui...