lunes, 14 de octubre de 2019


Hay espejos que ocupan toda una pared pero que no acaban de reflejar la verdad de una porque la verdad ha elegido colarse como enredadera por las paredes de una habitación que una vez sintió nuestro calor,  el espacio de la desnudez de dos que jugaron largo tiempo a ser uno."Yo también te he hecho daño" asoma de pronto como una luz en mitad de una grieta. Cuando eso ocurre, la verdad no se puede cubrir con nada. Ya no eres víctima de decisiones que no quisiste tomar pero que, en el fondo, tomaste. Ya no se sujeta el dedo acusador hacia el otro porque tú fuiste responsable de saber lo que querías. Ya no se sostiene tu historia porque la realidad aparece sin maquillaje: yo también te hice daño. Ahora lo  asumo y lo siento.  Duele (siempre soñamos con una inocencia infantil que no es cierta)  pero las paredes limpias y blancas son siempre más hermosas cuando nos reflejan la luz de nuestra verdad adulta.

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