lunes, 21 de octubre de 2019
La vida no se detiene por ti ni por nadie, te dices mientras vas conduciendo. Sabes que las mejores ideas, las más lúcidas y también las más locas, se te han ocurrido con las manos sujetas a un volante. Tu cerebro, ocupado en la tarea de la conducción, te libera del orden mecánico de la existencia, de la presión de los estímulos del día a día, de lanzar al mundo tu verdad. Son esos momentos en los que te emocionas por todo y tus lágrimas salen tranquilas y serenas porque saben que las vas a acoger con todo el cariño del mundo. Fue conduciendo cuando tomaste la decisión de dejar aquel amor que fue mucho pero que acabó siendo pasado. En movimiento, soñaste una vida que,en aquel instante, parecía lejana pero que con el paso de los años se convirtió en tu presente. Necesitas mecerte al compás del arrullo de un motor y confiar en que el movimiento acompasado de tus manos y pies te llevarán siempre a donde quieres ir, te dices, mientras aparcas el coche y rezas para que, esta vez, no se te olvide nada de la lista de la compra.
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