martes, 29 de octubre de 2019


Una vez crucé  la frontera para ver la grandeza  del agua desde Brasil. Dicen que Argentina pone el espectáculo y Brasil la platea y, de ambos, surge Iguazú. Aquel fue un viaje a la tierra interior, a las profundidades del lodo que nos habita.  Hubo que arar, mullir y sembrar de nuevo. Mereció  la alegría y también la pena. Ahí estaba yo, esperándome para darme y recibir lo que sí y lo que no. Fue un viaje de despedida, aunque yo no lo sabía entonces, y de encuentro con el sonido, el olor y el sabor de la Tierra( la Pachamama). Cuando no la escuchas, ella te envía el sonido del agua para que resuene contigo y la entiendas. Tardé muchos meses en comprender el mensaje del agua porque , al igual que en mi viaje, necesité habitar los dos lados para saber de mí. Sólo la visión de conjunto hace que el paisaje encaje y tenga sentido para mí. Solo cuando me miro en ti, no como algo alejado de mí sino como una parte del espectáculo de la vida,  entiendo nuestra grandeza, aquella que, como Iguazú, es fruto del sonido del agua chocando con la tierra.

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