Era buena... tan buena que podía interpretar cómo se sentían aquellos que vivían con ella sin mirarlos. Escuchando sólo las pisadas en el rellano sabía si venían cansados, tristes o furiosos. Fue una gran cualidad durante mucho tiempo. La puso a salvo de muchos contratiempos aunque no pudo evitar caer en otros por la misma razón. Su habilidad le dio una gran capacidad de adaptación al medio pero poca destreza consigo misma. Cuando se vive de puertas para afuera se puede apreciar el orden y el compromiso pero nadie ve tu cama sin hacer y los libros tirados por el suelo. Es curioso cómo andamos cultivando jardines extraños, llamándonos jardineros, cuando realmente, aunque simulemos que sabemos de plantas , no sabemos nada. Ella , muy digna en su don interpretativo, simulaba que amaba, que era feliz...que controlaba su vida. Y no sabía absolutamente nada. Entonces llega el día en que ya no cabes en más sitios porque tu cuerpo, que creías de plastilina, se ha desfigurado tanto que no lo reconoces. Tú no eres tú porque no sabes qué es ser tú. Y la vida te proporciona experiencias para que te mires. Cuanto menos quieras hacerlo, más potente será el espejo. Te rindes. Dices basta. Tratas de encontrarte entre las toneladas de jardines, de matojos, de barro. Y lo haces. Sientes todo lo que no te atreviste a sentir y comienzas a vivir desde tu vulnerabilidad y todas tus interpretaciones se desvanecen porque ya no distingues una cara amable de una ironía. Pero tú sigues porque si te duele y lo dices te estás curando de tu soberbia, estás en ti, no tratando de encajar en moldes de magdalena cuando tú no eres una magdalena. Sigues porque una vez que has empezado a abonar tu propia tierra ya no puedes parar, ya eres capaz de no callar y de no mirar para otro lado. Todo eso pensé en el momento que oí "cuando tú quieras". Y me di cuenta de que yo no quería leer más a los demás, ni ser intérprete de nadie, ni cuidar jardines extraños. No, no quiero. Ahora me he comprado una bella parcela con vistas a mi mar que cultivo con amor los días pares, mientras que los impares los dedico a disfrutar de lo que he sembrado. No hay verjas, ni malas hierbas. Serás bienvenido/a sólo si ya compraste la tuya y disfrutas de ella. Comparto la alegría con quien vive con la alegría, la auténtica pasa por encontrarse con la tristeza y quererla, pero ya no adivino intenciones que no son mías.